domingo, 15 de mayo de 2011

Bienvenido de regreso a casa Woody: Midnight in Paris

Muchas veces he comparado el cine de Woody Allen con la visita de un viejo amigo, al que hace tiempo que no ves, con el que vuelves a rememorar las historias de siempre, pero que lo haces con placer y satisfacción porque cada vez suenan distintas y tienen matices que las hace diferentes.
Reconozco la insatisfacción que me habían producido sus últimas entregas, empezando por la insufrible Vicky Cristina Barcelona, y continuando con las poco acertadas Si la cosa funciona y Conocerás al hombre de tus sueños. Parecía que el ritmo autoimpuesto por Allen de realizar una película anual empezaba a pasarle factura una vez rebasados los 70 años. O eso, o que decididamente había empezado a burlarse de todos nosotros y a vivir de rentas.
Después de haber visto Midnight in Paris, debo afirmar que ni una cosa, ni la otra. Woody Allen regresa con la fuerza, la vitalidad, la frescura y la ironía que casi siempre le había caracterizado. No llega a la cumbre de cintas como Annie Hall, Hannah y sus hermanas, Zelig o Misterioso asesinato en Manhattan, pero la esencia del mejor Allen está presente a lo largo y ancho de esta comedia en la que realidad y fantasía se confunden, en la que presente y pasado no son más que diferentes caras de la insatisfecha condición humana y en la que París y el mundo de sus referencias culturales, se convierte en un personaje más.
La película tiene chispa, tiene ese halo de positividad que siempre le he encontrado a sus películas, por dramática que pudiera ser la situación que plantease. Por momentos recuerda a La rosa púrpura del Cairo o a Días de radio, y sus diálogos recuperan esa capacidad de diseccionar la condición humana, sus miedos, temores, miserias, manías y superficialidades:
Anoche vimos una película genial -dice uno los personajes-.
¿De quién era? -pregunta el protagonista-.
No lo sé, lo he olvidado.
¡Genial, pero olvidable!
Por lo demás la actuación de los actores acompaña eficientemente el desarrollo de un guión que está bien hilado y que danza sin especiales complicaciones de un lado para otro, sin pretensión de hacerse creíble, y sí de servir a la exposición de los argumentos que soportan la historia. Bien Owen Wilson en su personaje del guionista televisivo que ansía convertirse en escritor de verdad, en el que sin duda todos acertamos a ver el alter ego del propio Woody Allen. Acertada presencia de Marion Cotillard interpretando a la musa de artistas como Picasso y Hemingway. Consistente Rachel McAdams como la novia que quiere una vida planificada y organizada, a la que encanta la palabrería y la presunta sapiencia de un antiguo pretendiente al que reencuentra en París, y que finalmente se tiene que volver a Estados Unidos compuesta y sin boda. Junto a ellos un carrusel de actores y actrices, desde Liam Brody, hasta Kathy Bates, que dan vida a una amplia galería de personajes que pululan por las distintas épocas parisinas que recrea la película: los ya citados Picasso y Hemingway, Buñuel, Dalí, Man Ray, T.S.Elliot, Scott Fitzgerald, Gertrude Stein, Juan Belmonte, Gauguin, Toulouse Lautrec, etc.
En definitiva Midnight in Paris es una película de la que sales con muy buen ánimo y que me hace decir: ¡Bienvenido de regreso a casa Woody!.


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